En danza: tal vez un movimiento | Laura Szwarc

En danza: tal vez un movimiento

“El cuerpo humano realiza proezas, posee gracia, picardía, dignidad y otras muchas capacidades, pero también resulta intrínsecamente trágico como no lo es ningún cuerpo de animal (ningún animal está desnudo)”. John Berger

 

De estos años de mi práctica como arteducadora surge una poética dancística. Planteo trayectos de interrogación en/de/sobre la frontera, ¿hasta dónde? Trayectos que buscan el alcance de una descolonización corporal.

Las acciones son pre-textos para recontarnos (reencontrarnos) con nuestro cuerpo en su quietud y movimiento. Esta investigación/acción se lleva a cabo con diversas comunidades y en distintos espacios.

 

 

Sabemos: estamos viviendo en una época de hiperdiscursividad. El cuerpo, zona horadada y que horada lo discursivo, narrado desde antes de nacer y continuando siempre, no tiene “tiempo” –en estos tiempos– para encontrar su adecuación.

Las modas se imponen y nos uniforman desde la ropa a los gestos y, especialmente, a lo que miramos y nos mira.  De este modo se van produciendo creencias, certezas que nos afectan, que recaen sobre nuestro ir y venir.

Sin embargo, creemos que tal vez un movimiento, otro y otro más, sean los que “nos den una mano” y la posibilidad de contarnos y reencontrarnos con nuestro cuerpo. Ir nombrándolo, recordándolo para ir accediendo a un cuerpo con memoria.

Proponemos, por lo tanto, trayectos que nos posibiliten ir encontrándonos con nuestro propio cuerpo y con los otros.

Cada trayecto –que puede ir variando porque cada uno, cada grupo, cada vez, es un universo con su abanico que se abre– nos llevará a otro paso, a otro movimiento, más cerca, más lejos, más hondo.

Se tratará, entonces, de diferenciar y reconocer el organismo con su memoria genética, del cuerpo propio inscripto en los primeros vínculos fundantes.  (Por ejemplo: el ojo –órgano que ve–  y el cuerpo que se transforma con la mirada y que sostiene las andanzas, el decir del cuerpo.)

¿Cómo aprender de él y con él? ¿Cómo estar adentro y afuera?

Cada cuerpo (el tuyo, el mío) lleva a cuestas la historia singular, la colectiva, la historia universal. Las determinaciones, las influencias, los pliegues. Lo que lo hace y nos hace parte de un todo, así como un todo en sí mismo, a la vez que diferente.  Cuerpo auxiliar y cuerpo desechado. En su contarnos, lo hace en susurros, murmullos. También en gritos y aullidos. 

Como nuestra época ha provocado esa ruptura con el propio cuerpo, con los otros y con el mundo, en cada trayecto se irá descubriendo nuevas modalidades que lleven al asombro (que tendría que ser cotidiano) que cada cuerpo pueda darse de cuenta de la propia y ajena envoltura, tanto luminosa como sombría y evitar que sea solo una cosmética de ajenidad y comprenderlo como otro modo de ser/ de estar/ de tener.  

Abarcar el cuerpo desmembrado para regenerarlo, percibir su división y su reunión dándole nuevos significados. Y, como se ha provocado una declinación del cuerpo colectivo, recuperar su movilidad, su habla.

 

El sitio de la danza está en las casas, en las calles, en las escuelas, en la vida toda. Maurice Béjart.

 

Creemos que la danza es capaz, si la reconocemos, de interrumpir la hiperdiscursividad que nos aturde. Y recuperar su hospitalidad, haciendo que tal vez un movimiento detenga el estrépito. Siendo conscientes de que estamos, precisamente, en una continua danza (apurados para llegar al metro, apurados para responder al móvil, apurados para llegar a esas grandes rebajas, apurados para llegar al último grito/de la moda/de la información/del acoso cotidiano), hacer de otro modo esos pasos que, más que necesarios, sean los deseantes, los propios, y nos lleven a habitar el espacio desde otras perspectivas. Es decir, que podamos captar el movimiento, ver si es posible una yuxtaposición, simultaneidades, movimientos verticales y horizontales o si se trata de secuencias.

Lograr la destreza de los cuerpos en fuga en amable devenir. Un hito donde los cuerpos harán su desenvoltura en el tiempo y espacio reconocidos, tal vez sin obligatoriedad de separar del caos el orden, sino como una forma de esparcirse, animarse, en un elegido vaivén.

 

Parte dos: La práctica en/de los cuerpos 
1.

El conocimiento corporal que también es la experiencia de haber vivido (con lo que implica de llantos, risas, movimientos de morder, tragar, de abrir y cerrar los ojos y hasta pasarse las manos por las cejas) y no solo desde los entrenamientos corporales, es reconocer la vida misma.

En los trayectos que apuntan hacia la des-mecanización e ir del trabajo individual hasta llegar al colectivo ponemos en acción de manera permanente los consensos. Para esta des-mecanización es necesario tener en cuenta que hay una hiperdiscursividad que en estas últimas décadas y, cada vez más, no se detiene y recae sobre los cuerpos.

Así como un ejército da sus pasos en orden y por órdenes hasta lograr una mecanización, así, cada día, el ejército de trabajadores, estudiantes, los llamados ciudadanos, saltamos de las camas para ir camino hacia el metro, salir de él, entrar a un espacio, repetir una tarea (nos hacen creer que activamente cuando es en gran parte pasivamente), y luego ese estruendo nos conduce al consumo y en lo posible, en la mayor parte del tiempo, en el hacer individual. La producción de mercancías, la necesidad de consumo con los que se apropian de nuestros cuerpos, produce nuevos modos de relaciones sociales. Y nuevos cuerpos automáticos. Entonces, el ruido incesante que sale de parlantes, de plasmas, en los bares, en los autobuses, trenes, aviones, salas de espera, etc., hacen que ya no podamos escuchar.

El cuerpo ensordecido, apabullado, agobiado de discursos múltiples y yuxtapuestos, no logra discernir/se.

En cada trayecto haremos del caminar una práctica del discernimiento. (“Caminar es poner, literalmente, los pies sobre la tierra”.) Tránsito, traslados desde lo macro a lo micro. Desde la mecanización al reconocimiento de las partes del cuerpo. Cuerpos fragmentados, cuerpos reunidos. La relación con el otro. La comunidad con sus exclusiones e inclusiones. Exploración: ¿dónde termina un cuerpo?, ¿dónde comienza otro?

Muchos años atrás, en la primera mitad del siglo XX, Franz Kafka escribía La metamorfosis, adelantándose a lo que iría sucediendo: nuestros cuerpos reducidos.

Así, en los trayectos iremos notando en la parte del cuerpo que elijamos, cómo esta reducción impera y, deshumanizados, queda apenas la supervivencia.

 

2.

La parte y el todo. ¿Qué nombramos cuando nombramos cuerpo?

Por “cuerpo” no quiero decir (simplemente) el cuerpo humano e individual. Un cuerpo puede ser una parte del cuerpo humano (mano, puño, oreja, lengua), una combinación de cuerpos humanos (grupo, familia, partido, muchedumbre), algo absolutamente no humano (roca, zorro, tijeras, selva) y/o alguna combinación de humano y no humano (empresa, tren, dispositivo).

Además del propio cuerpo, de los cuerpos en uno y con los otros, tenemos “la medida del cuerpo” en sus múltiples significados. El cuerpo de los films pornográficos, el cuerpo del opresor, el cuerpo de la víctima. En una narración se decía: “y alguien dio a sus pasos el sonido del vencedor”. Los pasos no resuenan del mismo modo en las aceras. ¿Tenemos conciencia de cómo resuenan nuestros pasos?

También los cuerpos que nos continúan, que son parte nuestra como la escoba, el instrumento musical, el bolígrafo. La cronología del cuerpo y el tiempo en movimiento. La memoria del cuerpo propio y ajeno que es parte de la subjetividad. Y la segunda piel, el vestido que nos cubre, la bufanda que nos protege el cuello, los guantes que nos separan de la piel del otro pero que también abrigan.

 

3.

El cuerpo que nos habla

¿Son los hábitos, como dice Pierre Bourdie, “afectos congelados”? Encuentros cotidianos, rutinarios, de los cuerpos, sobre los cuales ni siquiera pensamos la mayor parte del tiempo, hasta el punto de que son casi completamente inconscientes.  A pesar o quizá gracias a esto, los hábitos tienen sus propias potencias.

El cuerpo continúa en las voces y las voces a veces hacen eco. Está la voz solitaria y el coro que reclama o que canta. La voz que va y choca con un muro y otro.

 

4.

Posibilitando reconocer los ruidos y discurrir por diferentes entrenamientos, esquivaremos la hiperdiscursividad que nos aliena, y podremos ir construyendo otras formas de sincronizar y orquestar nuestros cuerpos; dejarlo caminar a su ritmo.

Adquirir la destreza de un cuerpo que escucha, de un cuerpo con oídos que registren, con pies que sepan qué suelos transitan, que sepan distinguir olores, sabores. Cuerpos despiertos y que puedan soñar. Que reconozcan un espacio adentro y afuera, tanto propio como colectivo. Tener la posibilidad de descubrir de tal modo el cuerpo que pueda (junto a Paul Celan) sostenerte / mientras todo /se me caía.

Alcanzar, cada vez, la destreza de descubrir al cuerpo como abanico poético.//

 

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En danza. Laura Szwark
En danza - Laura Szwarc
// Además del propio cuerpo, de los cuerpos en uno y con los otros, tenemos “la medida del cuerpo” en sus múltiples significados. El cuerpo de los films pornográficos, el cuerpo del opresor, el cuerpo de la víctima. En una narración se decía: “y alguien dio a sus pasos el sonido del vencedor”. Los pasos no resuenan del mismo modo en las aceras. ¿Tenemos conciencia de cómo resuenan nuestros pasos? //
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