Arte urbano, espacio público y educación. Elementos para la transformación social | Antonio Alcántara

Arte urbano, espacio público y educación. Elementos para la transformación social

Ponencia en la mesa redonda “Arte urbano, espacio público y educación” organizada por el Col·legi d’Educadors i Educadores de Catalunya (CEESC) en el marco del OpenWalls 2015.

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Hoy en día, la mezcla de procesos de creación artística y proyectos educativos ha empezado a ser frecuente en las entidades educativas —espacios jóvenes, centros culturales, escuelas, institutos, etc.— Sin embargo, raramente encontramos artículos o espacios para reflexionar sobre este tipo de acciones. Este artículo pretende ofrecer algunas ideas sobre las potencialidades, los límites y las tensiones del punto de encuentro de estos tres elementos que son el arte urbano, el espacio público y la educación. Aquel lugar donde se borran las fronteras y se da la participación y la transformación social.

Para entender la interrelación entre estos tres conceptos y ver qué cosas pasan en su punto de intersección, primero tenemos que acercarnos a ellos y definirlos.

El espacio público debe entenderse como lugar de relación social y de construcción colectiva. Es el lugar donde sucede lo que nos afecta a todos y todas. Un lugar que construimos de forma compartida y que dotamos de valores. Un lugar donde se provocan los cambios sociales. Es donde se hace política con mayúsculas. Es donde se produce la transformación social. No se ha reducir su definición a un lugar de paso o de escaparate consumista. Su concepción debe ser amplia. Es el sociólogo polaco Zygmunt Bauman quien plantea que, ante los momento que estamos viviendo, la sociedad civil debe reapopiarse del espacio público para decidir sobre lo que le afecta. Este es el lugar donde se pueden generar imaginarios colectivos. Y los lenguajes artísticos son ideales para este fin.

El arte urbano lo definimos como aquellas creaciones que se desarrollan en la calle y las plazas de las ciudades y los pueblos. Desde una mirada amplia hablamos de diferentes expresiones. El graffiti, el street art y también todos aquellos otros lenguajes culturales y creativos que se pueden dar en el espacio público. Hablamos de fotografías gigantes en la pared, pasacalles, actuaciones de circo, free running, parkour, skate, break dance, rumba… entre otras que podamos encontrar. Un amplio abanico de actividades que se convierten en arte desde el momento en que las visualizamos y les damos valor. Y se promueven cuando las dotamos de recursos. No porque desde algunos estamentos puedan considerarse como periféricas o marginales, sino porque simplemente son, y como tal tienen derecho a estar y a desarrollarse. En otros países tienen otro recorrido y los mismos creadores de cultura de calle se asocian para promover su práctica. Por ejemplo, en Francia existe la FPK, Federación estatal de Parkour.

La educación la definimos como el proceso de adquisición de herramientas personales y colectivas que permitan el desarrollo de la persona y la comunidad de la que se forma parte. Recogiendo la idea del pedagogo brasileño Paulo Freire, se trata de que las personas podamos analizar nuestra realidad para transformarla de manera colectiva a través de valores como la cooperación, el apoyo mutuo, el esfuerzo o la solidaridad. Los lenguajes artísticos implican el aprendizaje de habilidades técnicas a la vez que dotan de habilidades sociales. Es una herramienta ideal para adquirir una mayor autonomía y responsabilidad por los temas que son personales y al mismo tiempo por los que son comunes a todos. Es educación social. Un proceso en el que son tan importantes los valores que queremos trabajar como el método que utilizamos.


La importancia del modelo de gestión

En un tipo de proyecto en el que hablamos de educación, valores, trabajo colectivo, comunidad y transformación social tienen una vital importancia el método y el modelo de gestión que utilizamos para desarrollarlo. Para entenderlo nos aproximaremos al modelo más clásico de gestión de la cultura para después acercarnos al modelo propio de los proyectos que buscan la transformación social en ese punto de encuentro de los tres elementos que estructuran este artículo: el arte urbano, el espacio público y la educación. Pe hacerlo utilizaremos la contraposición de dos modelos.

La gestión vertical del proceso creativo es la manera clásica de gestionar la cultura y el arte. Es la más generalizada, es la propia de la industria cultural y la que se promueve principalmente desde la administración. Es un modelo de carácter vertical, con una distribución muy clara de tareas. Al artista le corresponde la parte creativa de pensar y concebir la idea; a los gestores y mediadores les corresponde la ejecución de esta idea; las instituciones o entidades privadas asumen la financiación; y al público, situado en la última fase del proceso, le corresponde recibir el proyecto finalizado en calidad de destinatario o consumidor. En este modelo la comunidad es un grupo de personas que se relacionan con el arte como consumidores. Reciben la difusión, ven la obra y en algunos casos dan su opinión, sin que este último paso sea garantía de nada.



La gestión comunitaria provoca un cambio de posición de todo el mundo que participa. Es el modelo que nos permitirá desarrollarnos en el punto de intersección del arte urbano, el espacio público y la educación. Es el método que nos facilitará la transformación social. En este modelo la comunidad está en todas las fases del proceso, desde la ideación hasta la realización pasando por la financiación, la comunicación y la producción. Hablamos de comunidades en un sentido amplio y heterogéneo, incluyendo tanto personas individuales como grupos definidos que se incorporan a la vida del proyecto con diferentes grados de implicación e intensidad. Todos con un objetivo común. En este tipo de modelos, la gestión se transforma en construcción colectiva, no hay autorías definidas y se borran las fronteras entre artistas, productores y público. El papel de la comunidad es protagonista. Las personas enredadas en su construcción son creadoras al tiempo que consumidoras. El aceite que engrasa el proceso y lo hace funcionar es la participación. Entendida como un proceso voluntario de implicación personal y colectiva que permite mejoras en la vida de la persona y de su comunidad. De nuevo la transformación social.



La comunidad vecinal de Fatima, situada en la ciudad irlandesa de Dublín, es un ejemplo muy claro de este tipo de proyectos. Esta era una de la zonas más degradadas de Irlanda, con problemas de desempleo, drogas, y absentismo escolar… Realizaron una serie de acciones artísticas que les permitieron empoderarse como comunidad y sentirse orgullosos, al tiempo que exponer sus necesidades ante la administración y conseguir mejoras para su realidad. El papel de las mujeres fue clave en el desarrollo cultural y comunitario de esta zona.

El punto de inflexión fue una acción artística que se llamó Burning the Demons – Embracing the Future (La quema de los demonios: abrazando el futuro) y que consistió en un gran pasacalle que acabó con un gran hoguera donde quemaron las imágenes y las creaciones que representaban sus demonios, sus estigmas, sus miedos, para construir un imaginario colectivo apoderador. Participaron cerca de 3.000 personas.

Actualmente Fatima es referente en el desarrollo comunitario en la utilización del arte como herramienta educativa y de transformación social. Actualmente han rehecho los edificios donde vivían y cuentan con una gran centro cultural. Han desarrollado un Plan de Arte para trabajar en el barrio. Y tienen un presupuesto cercano al millón de euros.


Trabajar desde la persona, el grupo y la comunidad

Estos son los tres pilares sobre los que se sustenta el trabajo para la transformación social en los proyectos donde se mezclan el arte y la educación social. Donde los profesionales trabajan desde y para las personas implicadas en el proceso de creación.

La persona es la primera beneficiaria directa de estos procesos. Se adquieren habilidades personales y sociales. Se aprenden competencias y valores. Es el plano más íntimo. Recuperando de nuevo a Freire, la educación no cambia el mundo, cambia a las personas que cambiarán el mundo. Cada lenguaje artístico se convierte en una herramienta que facilita que, por un lado, las personas podamos mejorar nuestra escucha, la comunicación, la confianza en nosotros mismos y, por otro, que conozcamos nuestros límites y los superemos. La motivación y el hecho de disfrutar con uno u otro arte hará que hagamos circo, skate, graffiti, música, etc. Lo importante es tener al alcance un amplio abanico de posibilidades para elegir.

El grupo es el espacio natural donde se desarrollará la acción educativa. Donde se pondrán a prueba los valores en los que queremos trabajar y se ensayarán las habilidades personales y sociales. Las actividades se desarrollan en conjunto. Buscan el encuentro de las persona para desarrollar competencias como la solidaridad, la cooperación, el trabajo en equipo, el apoyo mutuo, etc. El papel del artista o del educador será de facilitador, no de líder. Este rol pasa por hablar con los participantes, darles voz y acompañarlos en el proceso de creación artística.

La comunidad es la receptora de los beneficios y de la propuesta artística que genera el proceso creativo. La persona que ha trabajado en grupo lleva un regalo a su vecindario más cercano —escuela, calle, plaza, instituto, centro cultural, etc.—. Aquí se da un efecto muy potente donde las personas y las comunidades de la que forman parte mejoran el concepto que tienen el uno del otro y también de sí mismos. A través de prácticas positivas donde el arte urbano y la educación se dan la mano se mejoran las relaciones que tienen lugar en el espacio público. Aquí se da el empoderamiento. De nuevo la transformación social

Resumiendo, podemos decir que algunas de las habilidades personales y sociales que se dan en estos proyectos son, por un lado, la escucha, la comunicación, la confianza en nosotros mismos, y por otro, conocer los límites y superarlos, la solidaridad, la cooperación, el trabajo en equipo, el apoyo mutuo, el trabajo comunitario y la transformación social. Todas estas habilidades son necesarias para participar. Así, este tipo de proyectos se convierten en una herramienta ideal de educación para la participación. Porque a participar se aprende participando.

Dos ejemplos muy claros son el proyecto de Circo Social del distrito barcelonés de Nou Barris y el graffiti Liberi Dentro realizado en la cárcel de menores italiana de Nisida.

En el circo social del Ateneu Popular 9Barris trabajan cerca de quinientos niños y jóvenes de entre 6 y 18, entre los alumnos de las escuelas de circo del Ateneu y los proyectos de circo social que se llevan a cabo con diferentes colectivos del territorio. La actividad comenzó en los años 1970 después de la “okupación” vecinal de una planta asfáltica donde los vecinos se han convertido en artistas y los artistas, en vecinos. El Ateneu es un centro público gestionado por los vecinos. A través de su bagaje y su relación con Cirque du Monde, el departamento de circo social de Cirque du Soleil, y con la red europea de formación y circo social Caravan, han generado una formación de formadores en circo social dirigida a artistas y educadores. No enseñan técnicas de circo, sino habilidades pedagógicas para trabajar a través del circo. El hecho de que una comunidad sea capaz de organizarse para enseñar lo que sabe tiene un componente político y transformador muy fuerte.

Liberi Dentro es un mural participativo, realizado en 2015, por un grupo de seis jóvenes con el apoyo de un equipo de artistas y educadores. Es un graffiti que llama a la libertad en el interior de la cárcel de menores de Nisida, en la ciudad italiana de Nápoles.

El mural ha sido fruto de un proceso participativo entre artistas y jóvenes y ha contado con el apoyo del grafitero canario Tono Cruz y de las artistas Giuseppina Ottieri y Federika Gina, miembros de la asociación napolitana Il Fazzoletto di perle. Su objetivo es trabajar habilidades sociales a través del arte y facilitar un medio de expresión y de creación de significados a sus participantes.

Para el artista y educador Tono, la realización del mural ha sido una experiencia muy enriquecedora. El mural es el resultado de un proceso de crecimiento personal y adquisición de habilidades técnicas facilitado por un equipo educativo y artístico. Una acción de larga duración y muy intensa. El artista y educador Tono explica que el primer paso fue generar confianza y vínculo entre todas para poder decidir juntas qué hacer, como en un folio en blanco. Y se decantaron por el mural. “Desde el principio fueron los jóvenes los que tomaron las decisiones de todo … y nosotros simplemente fuimos una herramienta facilitadora”, explicaba en un entrevista al artista.

Y es que las tensiones entre lo social y lo artísitco, entre el rol y la posición del artista y el educador, constituyen un reto que hay que resolver en cada uno de estos proyectos.

 
Tensiones y retos

Los proyectos que generan una relación entre la educación artística y la social son espacios fronterizos de dos mundos diferenciados. Por lo tanto, generan espacios maravillosos donde pasan cosas nuevas y diferentes, a la vez que provocan tensiones. A continuación apuntamos un par de ellas. Por un lado, la tensión entre la prioridad artística o la prioridad social. Y por otro, el discurso y el posicionamiento de las personas que participan en este tipo de proyectos.

Al mirar la tensión entre lo artístico y lo social vemos que, generalmente, los proyectos que tienen una prioridad artística intentan conseguir una experiencia estética a partir de su observación. Como idea quieren provocar un impacto, un zarandeo a la persona. Se trata de un proceso guiado donde el arte es la finalidad como tal. El arte es el medio para llegar a él mismo de nuevo. Asimismo, el ritmo de la producción se centra en el resultado final. Es lo que importa: conseguir un producto que llegue al máximo de gente posible. A todo el mundo. El rol que tiene asignado el público es el del consumidor. En este modo de hacer, el autor y el líder del proceso es único. Es el artista. Claramente nos situamos en el modelo de gestión vertical.

Por otra parte, los procesos que tienen la prioridad en la vertiente social intentan conseguir la dinamización de la comunidad donde se desarrollan para transformarla. Desarrollan un proceso participativo donde el arte es un medio para la transfomació social. El ritmo del proceso lo marca la comunidad implicada. Mandan sus necesidades, ritmos e inquietudes. No lo marca el resultado. Es una actividad creativa de la que se beneficia una comunidad concreta, la que entra en contacto con el proceso en diferentes momentos y con varias implicaciones. Donde la autoría y el liderazgo es colectivo. Nos situamos en el modelo de gestión horizontal.

Al intentar equilibrar estos dos espacios encontramos retos y preguntas. La cuestión más clara que hay que resolver es si es más importante el proceso o el resultado. Lo que nos dice la experiencia es que tanta importancia tienen el uno como el otro. Al trabajar con una lógica de gestión comunitaria, los valores con los que construimos el proceso son vitales y, a la vez, la dignidad y la calidad del producto artístico final, también. En definitiva, el resultado forma parte del proceso. Un proyecto educativo puede finalizar con una puesta en escena en un teatro con escenografía, iluminación, pase técnico y ensayo general. La calidad es educativa.

Otra tensión clara que aparece es el discurso con el que construimos la acción artística y educativa en el espacio público. La cuestión que se plantea es si este tipo de proyecto debe centrarse exclusivamente en el discurso de la exclusión social y la marginalidad y, por tanto, en la inclusión social de personas catalogadas, caracterizadas, selladas y definidas por estadistas. Hace un meses veía un vídeo compartido en las redes sociales que se presentaba como el proyecto de mural artístico hecho con niños y jóvenes en situación de riesgo social del barrio tal. Me sorprendía. Si nuestra idea es trabajar para la construcción de un imaginario colectivo que lleve hacia un empoderamiento de las personas y sus comunidad, la utilización de etiquetas de este tipo lo que hacen es estigmatizarlas y reproducir los espacios de exclusión social donde se encuentran. ¿Por qué no titular el vídeo con conceptos como niños y jóvenes creadores?

Francisco Rubio, un miembro de la entidad La Fundación de Bellvitge en Barcelona, ​​durante la mesa redonda Contracturas Sociales, hecha por la UOC en 2015, planteaba que ellos quieren actuar sobre las estructuras que provocan la desigualdad social, no sobre colectivos en riesgo social. Quieren trabajar sobre las relaciones, los imaginarios, los valores, en definitiva sobre las estructuras en las que se relacionan las personas. Esta es su manera de trabajar y provocar la transformación social desde el arte. El problema que encuentran es que en las convocatorias de financiación —tan importantes— no hablan el mismo lenguaje.

Y esto nos lleva hacia otro reto claro: la posición que tomamos los profesionales que participamos en este tipo de proyectos. A veces, los artistas y educadores son paracaidistas que llegan cargados con su maleta de herramientas para aplicarlas en un lugar o en otro que, por sus características, necesita de una intervención que evite que la situación de degradación que vive esa comunidad se extienda. Es una visión paternalista, de superioridad y vertical. Es un rol contraproducente para el empoderamiento de la persona y su comunidad. Como hemos visto, la posición necesaria para trabajar en estos proyectos es la que genera una relación horizontal. Generar un espacio donde todos enseñan y donde todo el mundo aprende. Porque todo el mundo desconoce algo. El rol de los profesionales es el de dar voz y protagonsimo a la gente que participa.

En definitiva, donde se encuentran el arte urbano, el espacio público y la educación es el lugar donde se produce la maravillosa transformación social. Tal como plantea la pedagoga Violeta Núñez, el acceso al arte, a la educación ya la participación se da por el derecho de todo ser humano a ser parte y tomar parte de la cultura plural de su época, de acceder a las reglas del juego social, de ser partícipe. Derecho a partir, esto es, a ponerse en camino. Derecho que se repartan, se distribuyan, los patrimonios culturales y sociales. Derecho a construir el arte, la cultura, su comunidad y, por tanto, su futuro.//

Bibliografia

Bauman. Z (2009). Los retos de la educación en la modernidad líquida. Gedisa

Freire. P, (1997). Pedagogia de la autonomia. Segle XXI editors.

Nuñez. V. (2005) . Participación y Educación Social. Universitat de Barcelona

Ptqk. M. (2012). Gestión vertical vs. Gestión horizontal. MOV.S Espacio para el intercambio de la Danza y la artes del movimiento. Blog. http://www.mov-s.org/2012/gestion-vertical-vs-gestion-con-comunidades

Varis autors. (2007). IN2. Youth Arts Programme. Nacional Youth Counicl of Ireland http://www.youtharts.ie/sites/youtharts.ie/files/in2_2007.pdf

Alcántara. A. (2015). Liberi Dentro” Mural participatiu a la presó de menors de Nisida, Nàpols. La Directa https://directa.cat/liberi-dentro-mural-participatiu-preso-de-menors-de-nisida-napols

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Arte urbano, espacio público y educación
Interrelación entre arte urbano, espacio público y educación
Modelo de gestión vertical arte
Gestión vertical del proceso creativo. Adaptación: A. Alcántara. Fuente: MOV-S. Políticas del Cuerpo: espacio de pensamiento y acción colectiva
Modelo de gestión horizontal del proceso creativo
Gestión comunitaria del proceso creativo. Adaptación: A. Alcántara. Fuente: MOV-S. Políticas del Cuerpo: espacio de pensamiento y acción colectiva
//Donde se encuentran el arte urbano, el espacio público y la educación es el lugar donde se produce la maravillosa transformación social. Tal como plantea la pedagoga Violeta Núñez, el acceso al arte, a la educación ya la participación se da por el derecho de todo ser humano a ser parte y tomar parte de la cultura plural de su época, de acceder a las reglas del juego social, de ser partícipe. Derecho a partir, esto es, a ponerse en camino. Derecho que se repartan, se distribuyan, los patrimonios culturales y sociales. Derecho a construir el arte, la cultura, su comunidad y, por tanto, su futuro.//
Arte urbano en Fatima - Dublín
Foto: Luis Montero. Circo social en la plaza del barrio.
Foto: Giussepina Ottieri. Liberi Dentro
Arte urbano, espacio público y educación. Elementos para la transformación social | Antonio Alcántara