Estética, ética, política: teatro y cárcel | Olga Vinyals

Estética, ética, política: teatro y cárcel

La propuesta de trabajar dentro de la prisión, que me propuso Donatella Massimilla el 1989 en Milán, me produjo varias sensaciones. Primero, como persona interesada en el hecho teatral, sentí la importancia y el reto de proponer un lenguaje liberador, como el del teatro, en un lugar represivo, en una institución total, como es la cárcel.

En segundo lugar, porque inicié mi actividad teatral por necesidad personal y al mismo tiempo seducida por la situación social y política de nuestro país, que, después de cuarenta años de represión, estallaba en miles de reivindicaciones.

El teatro en un pueblo de seis mil habitantes (1975), donde yo vivía, tenía la característica de evento, de revolución personal e íntima, de elección de vida. El teatro en la calle en aquel momento en Catalunya y España era una herramienta para cambiar la estructura social impuesta por un gobierno que duró cuarenta años. Hicimos muchos quilómetros… era como despertar las calles, los callejones, las plazas, las aceras de un sueño profundo y sufrido (1).

Tomé la opción teatral como profesión. Me fui a Italia y curse los estudios en la escuela del Piccolo Teatro en Milán. Seguí durante tres años la escuela Teatro del Mimmodramma sobre la técnica de Jacques Lecoq y, al mismo tiempo, comencé a trabajar profesionalmente en varios grupos italianos. Entrar dentro de la prisión fue para mí como reencontrar un hijo perdido, una razón más allá del hecho profesional y a veces competitivo de hacer teatro.

 

¿El teatro? Una elección. ¿El teatro en la prisión? Una elección de utopía.

En el 1989 empecé una investigación teatral con la directora Donatella Massimilla. Nuestro primer espectáculo, ideado a partir del libro El Decameron de las mujeres de Julia Voznesenkaja, que utilizaba la metáfora de un reparto de maternidad aislado por una enfermedad infecciosa, pero que en realidad hablaba de mujeres presas en los gulag, fue el punto de partida para decidirnos a seguir nuestra investigación, primero en la sección femenina y después en la sección de hombres de la prisión de San Vittore, que se encuentra en el centro histórico de Milán.

El teatro, como lenguaje creativo que es, ayuda a desarrollar y a cuestionar nuestro propio yo y, al mismo tiempo, nos hace participar y abrirnos en el mundo de los demás.

Mi manera de hacer teatro dentro de las instituciones penitenciarias (actividad que desarrollé durante nueve años) ha sido siempre a partir de la experiencia de las personas que me he ido encontrando.

La práctica teatral basada sobra la auto-dramaturgia haca aflorar de la memoria-experiencia: recuerdos, emociones, conocimientos y capacidades conscientes e inconscientes. La creación de cualquier personaje dibuja sobre el espacio escénico una metáfora de la vida. Es una mirada sobre la existencia que nos permite recuperar nuestra individualidad y nuestra proyección de futuro.

*Es natural detenerse sobre las increíbles posibilidades que la interpretación teatral ofrece a los itinerarios de formación, de rehabilitación, de terapia. El código teatral, es decir, la transfiguración del cuerpo, de la voz, de la interactividad humana, en un evento estético, compromete y a la vez altera la percepción de uno mismo. El trabajo del actor produce espontáneamente dispositivos de conocimiento y transformaciones personales. El teatro –entendido antes que nada como hecho artístico, más que como tecnología educativa- permite un continuo aprendizaje del mundo y de uno mismo. (Mustacchi C.)

El teatro en la prisión nace del encuentro, de las ganas de comunicar. El cuerpo dentro de la cárcel no existe, está negado. Para las mujeres se trata de redescubrir la cara, la feminidad, el gesto decisivo y ligero. Para los hombres, pueden ser ligeros, sensibles, dejar de lado la virilidad ostentada, exhibida. El cuerpo que comienza a sentir, a vivir de otra manera, a cumplir gestos nunca utilizados, a ser presente, a pensar, acariciar…

Esta pequeña revolución representa, después, la verdadera libertad íntima, la que puede producir cambios, a veces dolorosos, por la incertidumbre del futuro y por la realidad que se vive dentro de la prisión. Y es esta pequeña revolución la que ayudamos a crear con el teatro en la prisión y nos exige que toda la actividad desarrollada dentro sea comprometida y responsable.

“El taller que se me estaba proponiendo tenía como objetivo el crecimiento cultural y personal del preso, pero la verdadera ambición era la de formar actores, gente capaz de abstraerse de sus problemas personals, de prescindir de su situación y entrar en sintonía con los otros y comunicar emociones.

En definitiva, no era el ejercicio pasivo de un receptor de propuestas sino un actor, un sujeto capaz de expresarse y, por tanto, de transmitir cultura, de desarrollar sus propias habilidades y de investigar territorios hasta ahora desconocidos.

Tengo que abrir un paréntesis: yo, fundamentalmente, creo que la prisión tiene que ser abolida, puede que no totalmente pero si redimensionada, tanto en el ordenamiento penal como en su función social, y para hacer esto es imprescindible no tanto hacer buenas leyes, sino que la sociedad civil se haga responsable, reconociendo como propios los problemas de la cárcel, profundizando en sus dinámicas y aprendiendo a relacionarse con cualquier aportación posible, por no negar la existencia de lo que ella misma ha creado.

Interaccionar con estas posibilidades, libres de consideraciones piadosas y morales, puede hacerse sólo en un sistema de relaciones donde la prisión pueda mirar fuera de sus muros para encontrar puntos de referencia y modelos organizados, pero también el entorno, ‘el afuera’ y las fuerzas sociales tienen que observar la prisión con ojos participativos implicándose en la acción reeducativa. Esta es la esencia del taller que se nos propuso y eso es lo que la actividad teatral en estos años ha demostrado saber hacer, un ‘baratto’, un intercambio basado en las relaciones de igual a igual.

La interpretación subvierte los roles, imagina y crea, no tiene importancia donde la encuentres, ni que la celda sea pequeña y afuera haya un director o una gente de policía penitenciario que te mira con cara irónica. No tiene importancia porque se consigue transformar lo existente.

Cuando el juego se convierte en serio hace falta concentrarse, alargar el pensamiento, ver lo que no existe, diseñar nuevas geometrías con la mente y expresarlas con el cuerpo, con la voz, vivir espacios y tiempos decididos por ti, tan reales como los de verdad. Y es entonces cuando las paredes de la prisión desaparecen.

Y por eso hace falta ser conscientes de uno mismo, o al menos mover los primeros pasos para conocerse y relacionarse con los demás, hacerse entender hablando lenguajes comunes y, sobretodo, la cosa más importante, salir de la capa impermeable del individualismo que la criminalidad comporta” (Pagano, L).//

 

Bibliografía

  • Mustachi, Claudio. Artículo para el 3º Congreso Europeo de Teatro y Cárcel.
  • Pagano, Luigi. Gli attori di San Vittore. [Tesis Doctoral]

 

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Olga Vinyals teatro y cárcel
Teatro en la cárcel de San Vittore - Milán
// … la importancia y el reto de proponer un lenguaje liberador, como el del teatro, en un lugar represivo, en una institución total, como es la cárcel… //
Olga Vinyals Sant Vittore
Fotos: Maurizio Buscharino
//“La interpretación subvierte los roles, imagina y crea, no tiene importancia donde te encuentres, ni que la celda sea pequeña y que afuera haya un director o un agente de policía penitenciario que te mira con cara irónica. No tiene importancia porque se consigue transformar lo existente.” //
Estética, ética, política: teatro y cárcel | Olga Vinyals