Sobre las resistencias al trabajo en red dentro del ámbito del arte social | Nathalia Sócrate

Sobre las resistencias al trabajo en red dentro del ámbito del arte social

 “Las redes son, antes que nada, formas de interacción social, espacios sociales de convivencia y conectividad. Se definen fundamentalmente por los intercambios dinámicos entre los sujetos que las forman” (García, 2014).

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Una red tiene un objetivo común o varios los cuales son flexibles ya que éstos últimos dependen de las necesidades de las personas que la componen. Es una estructura horizontal en la cual el diálogo abierto y consensuado es la base de la comunicación. Dentro de esta estructura abierta lo que se busca es mejorar los recursos disponibles a través del compartir la información en forma de experiencias y trabajo en colectivo para ayudar a solventar los retos con los que se encuentran las personas que la componen.

Si una red es capaz de fomentar la mejora de recursos intelectuales, materiales, etc. sería justo entonces abrir el diálogo sobre la importancia de su implementación en el contexto social en el que nos encontramos actualmente. Si nos colocamos en el eje donde la cultura del individualismo globalizado es una realidad en donde el trabajo social se encuentra lleno de individuos con muchos retos que afrontar y pocos recursos veremos enseguida no solo la conveniencia sino la necesidad de crear redes para una labor más eficaz y responsable.

Si bien es cierto que actualmente existen más proyectos en el ámbito social, sigue habiendo una resistencia al trabajo en red. Sobre esta cuestión plantearé una serie de preguntas con el objetivo de reflexionar juntos las causas de esta resistencia.

 
¿Es que tenemos miedo de compartir nuestro conocimiento?

A veces hay un cierto recelo en compartir o poner en disponibilidad los métodos, las técnicas y hasta diría las ideas que utilizamos para llevar a cabo nuestros proyectos. ¿Lo que sabemos y aplicamos no es acaso el fruto de un proceso de interacción con otros? En el proceso de formación indiferentemente que éste sea académico, formal o no formal vamos adquiriendo conocimiento en base a recibir información, transformarla, ponerla a prueba e interactuar con otros sean éstos formadores, alumnos, colegas, etc. y así cada uno crea su propio criterio. Es en la interacción en donde ponemos en práctica ese criterio que vamos desarrollando; en las discusiones, en el ensayo/error, en la observación, en la vivencia. Nunca estamos solos en esa creación y sin embargo tendemos a ir encerrando esa información en nuestro ser con la tendencia a crear “mi propio método”. En ocasiones esa conformación de un método auto creado se transforma en una identidad y quizá, por eso, sea difícil desestructurarla luego. Me explico, cuando ponemos a prueba una realidad (en este caso puede ser método de enseñanza o técnica artística como ejemplo) es muy posible que no quede intacta. ¿Por qué? Pues porque justamente poner a prueba es darnos la posibilidad de reconstruir, de dejar que experiencias nuevas puedan pasar a integrarse con aquellas experiencias que ya teníamos y esta integración de “lo nuevo sobre lo antiguo” desequilibra, es un elemento desestabilizador que forma parte del aprendizaje, por eso el aprendizaje es siempre una experiencia que hace que maduremos en algún sentido.

Entonces volviendo a la idea de método como identidad es comprensible que si percibimos que van a desestabilizar nuestro “yo profesional” tendamos a querer protegerlo. A través de la práctica vamos generando un aprendizaje con el cual comulgamos creando creencias, anhelos, adoptando verdades y esa base va generando nuestra identidad profesional en la práctica, el método como identidad es adoptar nuestra experiencia como verdad y aunque para nosotros lo sea sería conveniente no olvidar que la verdad de los otros es tan real como la nuestra. Quizá una reflexión necesaria en este sentido sería si mantenerlo intacto y lejos de los ojos de otros profesionales es proteger o sobreproteger. La protección es válida y lícita porque cuidamos lo que creamos, pero una sobreprotección puede generar una limitación, un atrincheramiento del saber, una práctica unidireccional de nuestro trabajo. Es probable que tenga mucho que ver una cultura del individualismo. La creencia en que la competitividad da como fruto más productividad. Esta creencia podría ser equivocada, ¿no es mucho más esfuerzo que varias personas trabajen solas, cada uno en lo suyo a que varias personas trabajen juntas? Es verdad que en ambos casos se requieren esfuerzos pero son distintos y nos pueden llevar también a distintos lugares.

No estoy sugiriendo que deberíamos elegir entre uno y otro, sino creer en la combinación, en la aceptación de que el trabajo en red puede derivar en mejor conocimiento, mejor práctica, más consciencia y más calidad en la aplicación de nuestro trabajo. Asimismo la investigación y el trabajo personal es necesario para aplicar con nuestra propia sensibilidad lo que hemos ido recogiendo de las distintas experiencias.

 

¿Es que estamos tan centrados en nuestras ideas que preferimos no ponerlas en duda?

Puede ser que exista la creencia de que exponerse como docente, facilitador, terapeuta significa ser juzgado sin más contemplaciones. Esta idea surge de la escasa práctica de realizar trabajos comunitarios con otros profesionales, la idea de trabajar juntos es también la de aprender juntos resquebrajando un poco las relaciones jerarquizadas cambiándolas por una horizontal[1] que incluye el diálogo y el “no sé o podría saber de otra manera” como moneda de cambio habitual. El tema es que cuando uno se encierra en su propio mundo, pudiendo ser éste cuatro paredes en las que facilita talleres, cursos, dirige obras de teatro o danza, etc., va profundizando en su propia idea, en su propio criterio, lo cual es válido siempre y cuando cada cierto tiempo lo ponga en duda, se cuestione, se exponga, se comparta, se revea para poder evolucionar. No digo que no crea que ese proceso no pueda darse de uno con uno mismo. A veces es así. Pero si solo se hace de esa manera, ¿Cómo podemos estar seguros de que estamos ciertamente evolucionando? ¿Qué usamos como referencia? Es verdad que podemos ver el progreso de los colectivos con los que trabajamos pero, ¿Es eso suficiente? Y si estuviéramos en contacto periódico con otros profesionales; ¿no tendríamos un espacio seguro donde compartir más y mejores herramientas para llevar a cabo nuestra labor de una manera más responsable? Creo que esta es una pregunta clave desde este enfoque porque la docencia implica poder ofrecer las mejores herramientas disponibles en el momento oportuno de manera que; incentive sin frustrar, proponga sin imponer y para eso hace falta experiencia. No solo la experiencia personal, sino una experiencia compartida[2], un diálogo abierto y constante con uno mismo a través de los otros. Eso no se logra encerrado ni sumido en las propias ideas por más buenas que éstas sean. No estoy hablando de pedir permiso a otros profesionales para ejercer lo que nos parece lícito en el diálogo terapéutico o docente, sino de ser responsables. Ejercer la docencia, ser guía y compañero de procesos terapéuticos implica utilizar las herramientas de manera sutil y certera, saber escuchar, realmente escuchar a quien tengo delante y seguramente aquellos que tengan la práctica de trabajar en redes tengan esta herramienta más pulida. Como dijo Jung “Conozca todas las teorías, domine todas las técnicas pero al tocar un alma humana, sea apenas otra alma humana”. (Jung, 1964)

El desarrollar una idea propia es un trabajo que requiere de un proceso de hibernación, y es necesario una mirada interna, estar sumido hacia el adentro de nuestra experiencia personal, profesional, etc. El reto es no quedarse en esta fase, ya que después viene la primavera y hay que sacar a luz nuestra creación para que madure. Esta maduración no se llevará a cabo si la creación se queda en la cueva de cristal. Tiene que enfrentarse con las pruebas, caídas, golpes, cicatrices y llegar a la vida adulta manteniéndose por sí misma, es decir, por sí misma tiene sentido y ha alcanzado un argumento flexible, una base sólida. Esta fase se nutre de su relación con el entorno, con el afuera, con los otros. Superar el miedo, las expectativas la incertidumbre sobre lo que dirán es clave en este proceso. Mantener una actitud abierta y humilde es una buena estrategia para relacionarse con el medio convirtiéndonos en captadores del saber. Ponernos en la diana de vez en cuando asumiendo que aunque sepamos mucho, nos falta mucho por saber nos conecta con la realidad, nos ayuda a saber dónde estamos ubicados en el aquí y ahora, en qué camino estamos. Trabajando con personas necesitamos ser autocríticos para poder después en nuestra labor dar lo mejor de nosotros mismos. El poder asumir ante una pregunta “esto no lo sé” es igual de inteligente que poder brindar la respuesta. En esta cultura de productividad el no saber a veces puede mirarse desde el reproche pero el profesional humilde asume esto como parte de su proceso. Porque no olvidemos, todos estamos en un proceso independientemente del rol que ocupemos actualmente.

 

¿Es que es tan difícil llevar un proyecto adelante que no tenemos tiempo para poner en común con otro/as?

Cuando estamos focalizados en nuestro proyecto personal es en ocasiones complicado abrir la mirada hacia otros focos de creación. Como en una gestación, el proyecto necesita ir abriéndose camino, necesita de muchos cuidados, hay dudas, damos vueltas en círculo para buscar soluciones. Como si fuera poco la energía que consume el proceso de creación además existe la realidad llamada “el afuera” y viene la parte en la que nos rompemos la cabeza para solventar con dinero todas nuestras mejores ocurrencias del proceso de creación (sea éste taller, espectáculo, jornada, etc.). En el medio de esta vorágine alguien tiene el impulso de decirte, ¿Y porque no vas al encuentro de….? O al grupo…. Y entonces la máscara facial de la persona en cuestión se termina de desencajar y dice: ¡Porque no tengo tiempo!…Y sí, es verdad, quizá ir por primera vez a integrarse en una red en el medio de ese complejo momento vital no sea la mejor idea disponible. Ahora bien, ¿y sí ya fuera parte de un grupo, de una red de personas que están pasando o hayan pasado por este proceso? Entonces se convertiría en una inversión de tiempo, en un descanso desde el compartir, aunque lo que me compartan no tenga mucho que ver con lo que yo estoy desarrollando, incluso eso me sirve porque me afianzo en mis decisiones. En ocasiones el observar y el interactuar abre la perspectiva, resitúa la mirada y eso es beneficioso porque nos da posibilidades nuevas, ideas nuevas y las ideas de hoy pueden ser las realidades de mañana.

 [3] Mantener este tipo de comunicación no puede sino alimentar el proyecto de cada uno, en el peor de los casos poder darle una vuelta; en el mejor, convertirlo en una versión deseable. El conocimiento colectivo empodera el conocimiento individual y viceversa. Cuando el “yo” sale a dar una vuelta y se encuentra con el “tú” se crean dos (o tres o más) “yo” y dos “tú” y lo que juntos generan puede ser una combinación mágica de saberes y de no saberes, no importa. Lo importante es que de esa interacción puede producirse algo que sin ella esa opción no estaba ni siquiera disponible. Entonces el concepto tiempo se hace relativo y quizá haya que aprender a equilibrar la inversión de tiempo que damos, a qué se lo damos. Es tan fácil entrar en una rueda mecanizada de deberes que cuando queremos acordar hace tiempo que no hemos salido de nuestro mundo proyecto. Y como sabemos el mundo puede ser tan pequeño o grande como queramos, tendrá el tamaño que nuestra perspectiva nos muestre. Por eso es sano mantener el contacto con otras perspectivas, ampliar horizontes, hacer más grande nuestro mundo.

Como todo, el trabajo en red requiere de práctica sobre todo en el área de la comunicación activa. Saber escuchar, tomarse el tiempo para digerir la información recibida, ofrecer nuestra opinión de manera asertiva, saber argumentar, saber cambiar de opinión; son herramientas imprescindibles para el diálogo. Al principio puede costar, seguramente seremos buenos en algunas de estas herramientas y tendremos que mejorar otras o adquirirlas directamente, pero la buena noticia es que todas estas herramientas ya de por sí nos harán más sensibles en nuestra labor. Y no solo en nuestra labor, sino en nuestro ámbito personal.

¿Qué piensas? ¿Crees que vale la pena volcarse a un trabajo colectivo? ¿Crees que ir saliendo de nuestras burbujas de vez en cuando y compartir de manera honesta es beneficioso? //

 

Bibliografía

Ana Galvez, F. T. (2010). Psicología de las organizaciones. Barcelona: Fuoc.

Berne, E. (1972). What do you say after you say hello. california: Grove press Inc.

Freire, P. (1970). Pedagofía del oprimido . Buenos aires: Siglo XXI Argentina editores.

García, M. R. (2014). Comunicación interpersonal digital y nuevas formas de comunidad. Imagonautas: revista Interdisciplinaria sobre imaginarios sociales,, 51-65.

Jung, C. G. (1964). Recuerdos, sueños, pensamientos. Barcelona: Editorial Seix Barral, sl.

 

Notas

[1] Una organización con muchos niveles o escalones en su organigrama es una organización muy jerarquizada, lo que se conoce como organización vertical. Por el contrario, una organización donde apenas exista un escalón entre los mandos superiores y el resto de las personas es una organización poco jerarquizada, y esta tipología se denomina organizaciones planas u horizontales. Estas tienden a ser más descentralizadas y, por tanto, a tener más en cuenta la opinión de todas las personas y priman una visión de rol particular. (Ana Galvez, 2010)

[2] Un acercamiento interesante sobre la experiencia compartida es la teoría de la acción dialógica de Paulo Freire. (Freire, 1970)

[3] Una teoría interesante a tener en cuenta es la del análisis transaccional de Eric Berne. (Berne, 1972)

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resistencia al trabajo en red
Asociación Cultural Hacer Teatro
// Lo maravilloso de la interacción, del trabajo en red, es que rompe con el encierro de cada uno, nos convoca a un ser colectivo. Y para que éste sea hemos de practicar la comunicación abierta, flexible, vivaz, comprometida. //
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